Agarrándose con clavos y dientes

Peter Moen’s Diary, Faber and Faber, Londres, 1951Este no es un libro de fotografías, aunque contenga algunas (6 en total). Es, como su nombre indica, el diario de Peter Moen, ciudadano noruego que se dedicó a combatir a los nazi editando palabras en diferentes soportes desde la más absoluta clandestinidad. Pero claro, el que se oculta, especialmente en tiempos oscuros, acaba por ser enfocado y puesto a disposición de la brutalidad irracional más abyecta. Así que Peter Moen acabó por ser torturado y metido en una celda de aislamiento, con el único contacto humano diario de los carceleros que le traían unas sopas aguadas y repugnantes.

Desde esa soledad debió pensar que era obligatorio dejar constancia de su agonía diaria y para ello comenzó a escribir un diario. Cada día escribía sobre una servilleta de papel pequeñas frases. Estas servilletas cuidadosamente enrolladas eran introducidas en el conducto de aireación de su celda. Lo escrito, una vez «archivado» era irrecuperable y por ello sin posibilidad alguna de rectificación. Debía ser, pues, escritura lenta, pausada, que contuviera «todo» lo que sucedía en sus días de inevitable inactividad física.

En el año 1944 Peter Moen fue enviado en un carguero a Alemania junto con otros compañeros de prisión. A bordo les hizo saber a los demás que había estado escribiendo un diario durante los 214 días que había estado incomunicado en la celda. Allí, es de suponer, que también les reveló con qué había escrito el diario: todas y cada una de las letras han sido «escritas» con la ayuda de ¡un clavo!

El carguero nunca llegó a su destino. Torpedeado y hundido en el mar del Norte acabó también con la vida de Moen. Al ser liberada Noruega, se buscó el diario de Moen en el lugar en el que un compañero superviviente del naufragio aseguraba que se encontraría, como en efecto, así fue.

Celda de Peter Moen en el cuartel general de la Gestapo en Oslo. La rejilla de ventilación puede verse debajo de la mesa.

Rejilla de ventilación donde Peter Moen escondió su diario.

Página del diario donde pueden verse las incisiones que componían cada letra.

Los rollos escritos por Peter Moen tal como los encontró la policía noruega en 1945.

Hablaba antes de la inactividad física de Moen en su celda de aislamiento, pero es de suponer que no sería igual para su cabeza, agitada sin cesar por pensamientos. Y esto hace más dramática, si cabe, la manera en la que escribió sus diarios. Contad las incisiones necesarias para hacer una letra. La A, por ejemplo: 12 incisiones. La O: 15; y así sucesivamente. Imaginemos que estamos ante una hoja en blanco. Imaginemos un verbo, que necesariamente convoca otras palabras y como éstas no pueden salir aún. Y esto sin contar con las invocadas por estas últimas y una mano que no puede ir más aprisa.

Es probable que la única manera de salvar la cabeza sea la de establecer nuevas relaciones con la naturaleza de las palabras. Uno solo convoca un sustantivo cuando necesita colocar algo sólido, afirmativo, presencial. Un verbo, acción que pone a otros en danza. El artículo que refiere lo genérico; el pronombre y así sucesivamente.

Y ahora imaginaos, pero de verdad, con servilleta y clavo, que tenéis que decir algo necesario. Y sentid la abismal diferencia entre lo que se piensa y lo que se es capaz de decir. El auténtico grado cero de la escritura. La que dice lo que ya nadie quiere oir porque lo importante se ha ido. Como la vida para un prisionero.

Al principio decía que éste no era un libro de fotografías. Quizá sí.

Peter Moen’s Diary

Primera edición 1951,  Faber and Faber, Londres

146 páginas, tapa dura con sobrecubierta.

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